Donde hay minerales preciados, hay explotación minera. Y allí donde haya explotación minera, habrá conflicto. En el caso de Perú, el mineral que desde tiempos precolombinos ha atraído la atención de todos los que han pisado el territorio, es el oro.
Perú es el quinto país extractor de oro del mundo. Aunque hay varias minas, la más famosa (la más grande de Latinoamérica y la segunda del mundo) es la de Yanacocha. De aquí sale casi el 23% del oro que sale del país (pdf). Y, como no podía ser menos, tales cifras a veces implican un alto precio.
Conquistadores con corbata
La problemática surge al evaluar el coste humano, social y ecológico que implican las extracciones de Yanacocha. La mina está gestionada en un 51,35% por la empresa norteamericana Newmont Mining Corporation. El 43,65 % pertenece a la empresa peruana Compañía de Minas Buenaventura y el resto, a la Corporación Financiera Internacional, organismo dependiente del Banco Mundial.
No es de extrañar que la gigantesca Yanacocha sea una encrucijada de intereses, en la que los principales perjudicados son los habitantes de la zona. En el año 2000 tuvo lugar en Choropampa un vertido de 150 kilos de mercurio, un residuo altamente cancerígeno. El gobierno recomendó a los habitantes que no buscaran un abogado, y desestimó la evacuación y otras acciones medioambientales rebajando los índices de peligrosidad. Algo así como: «Et voilà! Cambiamos la ley para que no sea peligroso verter».
Serían incontables los atropellos sociales y medioambientales que la gestión y la extracción de oro de la mina Yanacocha está implicando. Sin embargo, la creciente oposición a la minería en la región ha reducido recientemente la producción de oro, y varias voces prestigiosas comienzan a exigir públicamente responsabilidades.
Este caso recuerda a otros como el de Mina Marlin en Guatemala, también gestionada por corporaciones internacionales. De ambas minas se han realizado sendos documentales («Gold Fever», sobre Mina Marlin y «Open Pit», sobre la de Yanacocha), así como del drama de Choropampa, que profundizan un poco más en la problemática.
Los conquistadores del siglo XXI no llegan en barco ni llevan yelmos. Obedecen a grandes corporaciones y esgrimen leyes a medida, pero comparten la misma fascinación por el oro que todas las civilizaciones. En Perú, la minería representa un jugoso pastel con una macroestructura comunicativa institucional que da trabajo, pero que también le quita la vida, a mucha gente.
(Fotos: Wikimedia Commons)