Hay un Buenos Aires querido que se puede palpar, fotografiar y pasear. En ese Buenos Aires reposan puntos como la Casa Rosada, el obelisco, el cementerio de la Recoleta o el barrio de San Telmo. Es el Buenos Aires de los carteles en inglés anunciando shows de tango.
Pero hay otro Buenos Aires. El que no se ve a primera vista. El que es reflejo de la famosa creatividad de los argentinos. El que acoge un circuito teatral alternativo que ha tomado su nombre del «Off-Broadway»: el «Off-Corrientes».
Arterias y capilares escénicas de la ciudad porteña
La Avenida Corrientes es el Broadway o el West-End argentino. Gran parte de los teatros principales de la ciudad se concentran en esta calle (y sus alrededores) de casi nueve kilómetros. Sus edificios juguetean con estilos como el neogótico, el art decó o el modernismo plasmado en los rascacielos que ya podemos ver desde que nos enfrentamos al skyline de Baires.
De entre esos edificios, destacan varios teatros como el mítico Teatro Colón (foto inferior), que no está exactamente en Corrientes, y otros como el Teatro Ópera, el Gran Rex, el Tabaris o el Nacional, recintos con una historia salpicada de personajes como Edith Piaf o Carlos Gardel.
Sin embargo, la sangre cultural no solamente llega por las arterias a la ciudad. La auténtica irrigación se produce en los capilares, esas salas menores que conforman el llamado «Off-Corrientes». Fue en los años 50 cuando comenzaron las primeras muestras de teatro independiente, pero no fue hasta principios de los 80 cuando un local se convirtió en el paradigma de la cultura underground de Buenos Aires: el Parakultural.
El Parakultural era un sótano que comenzó siendo un local de ensayos y cursos y que pronto abrió al público. El teatro que allí se mostraba no contaba con el apoyo de empresarios, y más bien sobrevivía a base de pactos entre artistas, público y los dueños del local, Omar Viola y Horacio Gabin. De esta época nacieron locales como La Otra Orilla o el Teatro del Sur. Hoy día, el Parakultural es un local de milongas de tango.
Los años pasaban, y la escena under de Baires comenzaba a ramificarse a otros locales que nacían y (algunos) morían con la misma velocidad. De aquella época fueron La Carbonera, el actual Espacio Templum, la Sala Ana Itelman o el Bululú. La época dorada del teatro alternativo culminó con la bajada de persiana definitiva de un local mítico: el Morocco.
Hoy día, la esencia de la creación alternativa es la misma, solo que ahora hay gran cantidad de locales. Dada la imposibilidad de seleccionar de forma natural, hay que estar atentos a los panfletos que te reparten por la calle, a los afiches pegados en las farolas o al boca-oreja de los porteños. La creatividad escénica en la ciudad se nutre del talento de cientos de creadores que no entienden de escasez de medios: si hay un público, entonces hay teatro.
NOTA: Si queréis profundizar sobre el tema, recomendamos este interesantísimo artículo, y este otro, nada menos que de 1998.