He vivido un año en la colonia Doctores de Ciudad de México. Cuando me mudé allí, todos me decían: «¿Pero estás loco? ¡Es peligrosísimo!» Y nadie me contaba lo mucho que hay por conocer entre sus calles. Ahora, por circunstancias de la vida, he tenido que irme a otro barrio cercano, y echo mucho de menos la Doctores. ¿Qué tiene la Doctores que me ha enamorado tanto en un año?
Empecemos por los datos técnicos. La Doctores está encuadrada entre la Avenida Arcos de Belén por el norte, el Viaducto Miguel Alemán por el sur, el Eje Central por el este y la Avenida Cuauhtémoc por el oeste. Ciertamente, estar rodeado de zonas fresas (especialmente al norte con la Zona Rosa y Centro y al oeste con la Roma) hace que este barrio, comparado con los otros, parezca zona de guerra. Pero merece la pena darse un paseo y eliminar clichés sobre la Doctores.
Entonces, ¿es peligrosa la Doctores?
La Doctores es principalmente un barrio obrero. No es casualidad que haga frontera con la colonia Obrera, siendo ambas la aurícula y el ventrículo de un mismo corazón popular de comerciantes, ferreteros, plomeros, tlapaleros y carpinteros. Sus calles, con nombres de doctores, esconden joyas de pequeñas y deliciosas fondas económicas: por 35 pesos (unos 2 euros) podemos comer menú del día con primer plato + arroz o ensalada + segundo + postre + agua de frutas.
Vaya por delante que la Doctores no es una colonia peligrosa, salvo la zona sur del mismo (la llamada Buenos Aires), que es considerada el desguace de autos clandestino oficial de la ciudad. Si te roban el coche, probablemente en dos horas estará despiezado entre varios locales de autopartes. Estos comerciantes están acostumbrados a sospechar de los visitantes externos, así que no recomiendo pasar por allí.
Ni qué decir que hay problemas más graves en el barrio, como homicidios y asaltos. Como todo, es cuestión de andar con ojo y mezclar prudencia, austeridad y confianza al caminar por las calles.
Murales, luchas y pulque
Pero quiero hablar de todo lo bueno que hay en la Doctores, y por qué echo de menos este barrio. Para empezar, no creo que haya otro barrio con tantos y tan espectaculares murales en sus calles. Precisamente la sensación de abandono de sus calles ha hecho que muchos artistas hayan encontrado allí unos metros cuadrados de tranquilidad para poder dejar sus obras.
Hablar de la Doctores es hablar del Arena México, la catedral de la lucha mexicana. Por este recinto han retumbado todas las figuras del gran espectáculo de lucha mexicana, y sigue siendo la referencia de la ciudad, que aglutina desde niños con el muñeco de su luchador favorito en mano hasta ancianas que aún siguen disfrutando como el primer día.
Por cierto, ante la afirmación estereotípica de «¡Pero eso no es lucha porque está fingido!», la respuesta es muy simple: Sí, es fingido. Sí, todo el mundo lo sabe. Y sí, es un espectáculo, y la gente lo vive como tal. Lo que hay detrás de la lucha mexicana es tan complejo que resulta ridículo reducirlo a la cuestión de si está o no fingido.
También es imprescindible hablar de «La Hija de los Apaches», la famosa pulquería que está a la vuelta de la esquina del Arena México y que sin duda ha bebido de la leyenda de las luchas. Ya hablé hace meses sobre el pulque, y esta pulquería, sin duda, es de las más importantes, aunque solo sea por su prestigio histórico. Su dueño, el carismático Pifas, impregna de su personalidad el local y cualquier rincón que visita fuera de sus paredes. Incluso tiene su canción dedicada, obra del comediante Yermo de la Alameda, con una letra muy alusiva a este mundo de pulques, boxeo, luchas y demás.
Hospitales y juzgados
La parte norte del barrio congrega casi todas las entidades legales del país, como los juzgados, el Tribunal Superior de Justicia, la Oficina del Registro, el Instituto de Ciencias Forenses (con sus apocalípticas vidrieras y su hedor a cadáver al pasar junto a las rejillas de ventilación) o numerosos despachos de abogados. Esto trae varias consecuencias:
- Un vaivén por la mañana de abogados, fiscales, jueces, sindicalistas, clientes preocupados por sus casos y cualquier figura legal que uno pueda imaginarse.
- Unos puestos callejeros adaptados a esta realidad, con muchos de ellos vendiendo trajes elegantes, corbatas o preparados para hacer fotocopias en plena calle.
- Unas conversaciones un tanto raras, si uno pega la oreja a los señores trajeados que se cruza por la calle.
- Y más importante para mí, un montón de cafeterías que operan como segunda oficina de muchos de estos personajes.
La parte sur del barrio está ocupada principalmente por diferentes hospitales, desde los metros Centro Médico hasta Hospital General. Y nuevamente, esta peculiaridad da lugar a la presencia de estudiantes de medicina, médicos y personal sanitario en batas blancas, ocres o rosas por sus calles.
Estas calles están bordadas con numerosos puestos de comidas y, más específicamente, de peluches (por la presencia del Hospital Infantil), de equipaciones de fútbol (no puede faltar ese regalo para un niño enfermo) y de flores, que también se venden mucho para otros clientes: los familiares de las personas enterradas en el Panteón Francés, en la esquina suroeste del barrio. En otro momento me gustaría hablar de este panteón.
Mercados y museos
¿Aún piensas que la Doctores es un barrio común, o simplemente un barrio a evitar? Pues espera, que aún queda un plato fuerte. Como cualquier buen barrio de comerciantes que se precie, la Doctores cuenta con un gigantesco mercado, el Mercado Hidalgo. Está dividido en dos: una parte con puestos de plomería, ferretería y accesorios para cocina y baño y otra parte plagada de restaurantes y marisquerías. Se dice que aquí están los mejores mariscos de la ciudad (en dura lucha con Mercado de San Pedro de los Pinos y el de Colombia), pero desde luego sí hay una mayor variedad y un mejor precio que en otros mercados.
Además del Mercado Hidalgo, los fines de semana se instalan varios tianguis (calles completas con puestos de comida, frutas y artículos), uno de los cuales, el ubicado en el Jardín Ignacio Chávez, supera en variedad a otros mercados como el Rastro madrileño, que personalmente lo considero muy carente de género ahora que he conocido en profundidad la Doctores.
Para terminar, el Museo del Juguete de la Ciudad de México es uno de los museos de juguetes más grandes del mundo. Ya pude conocer en una ocasión el que hay en Trujillo, Perú, y este se lleva la palma en muchos aspectos. Es gigantesco, inabarcable y con un contenido imposible de dimensionar. Más que un museo, es una oda kistch al diogenismo desenfrenado, con juguetes clásicos mexicanos que acaba resultando apabullante.
Es un lugar totalmente recomendable de visitar, lejos del circuito turístico clásico de Ciudad de México. Es entrañable ver las reacciones de los visitantes ante esos juguetes que despiertan la nostalgia de su infancia y poder conocer lo que era la inocencia en la época de nuestros bisabuelos.
El museo cuenta con muchas curiosidades. Una de ellas es esta carta expuesta al público del mítico luchador El Santo, donde dice en su postdata: «No se la enseñes a nadie [esta carta]». Sin duda, esta ironía es la guinda del pastel de todo lo que encontramos en el MUJAM.
¿Cómo no echar de menos este barrio?