Antes de abordar este tema, debo decir que muchas de las cosas que voy a contar están basadas en la experiencia laboral en México de un buen amigo, llamado Saúl. De hecho, ha sido su testimonio el que me ha empujado a escribir este artículo, ya que llevaba muchos meses queriendo hacerlo y no encontraba la forma adecuada. El Día Internacional de la Mujer es un día como cualquier otro para hacerlo, pero, dada la profusión de temas relacionados que hoy se publicarán, uno se siente más arropado para hablar de la conciliación laboral en México.
El contexto de mi amigo Saúl es el siguiente: ha trabajado durante varios meses en una gran empresa en México. Era una empresa de esas de llevar camisa y corbata, algo que a él nunca le pareció necesario (ni en esta, ni en ninguna otra empresa), pero que aceptó porque el reto profesional le pareció estimulante. Le han valorado personal y profesionalmente, ha podido desarrollar su creatividad incluso en aquellos proyectos que a priori menos se prestaban a ello e incluso renunció voluntariamente de forma absolutamente amistosa. Qué afortunado, Saúl… Bueno, ahora sí, entramos de lleno en el tema.
Ser mujer en una empresa mexicana
Cuando Saúl emepezó a trabajar ahí, todo era fantástico. Conoció gente nueva, se atrevía a proponer ideas locas, le incluyeron en proyectos internos especiales y, en definitiva, guarda muy buenos recuerdos de su paso por esa empresa. Sin embargo, mi curiosidad por conocer la idiosincrasia de este país me hizo pedirle que investigara sobre el terreno cuestiones como la conciliación laboral en México, las facilidades a la maternidad, etc. El siguiente paso que dio Saúl, lógicamente, fue preguntar directamente a sus compañeras, en cualquier conversación casual junto a la máquina de café.
«Y dime, ¿es fácil conciliar la vida laboral y familiar?» Los primeros testimonios que Saúl me relató de sus compañeras fueron demoledores: «Si quieres ser mamá en México, o bien tienes un cargo directivo, o bien necesitas que alguien te ayude a cuidar a tu bebé». Y era cierto. Me contaba que veía sobre todo chicas por debajo de los 30, que anteponen su carrera al otro sueño de ser mamás, confiando en que su talento les concederá un estatus tal que podrán permitirse una maternidad que no interfiera en su trabajo, y viceversa.
Pero esto, en muchos casos es una falacia. Muchas de ellas no llegan a esa prosperidad, simplemente porque se sigue primando la promoción interna masculina. Es el pez que se muerde la cola: si eres mujer, no te promociono a un cargo superior porque tal vez quieras ser madre y eso interfiera con los planes de crecimiento de la empresa. Por otro lado, hasta que no tengas un cargo superior, no vas a querer ser madre porque no gozas de estabilidad financiera, todavía no eres imprescindible en la empresa, y por lo tanto, eres fácilmente reemplazable. Y después de los 30 nadie querrá contratarte.
Imprescindible buena presencia; se valorará talento
Aquí llegamos a otro punto realmente importante, y que Saúl ya había detectado: el perfil femenino medio de las empresas es de chica entre 24 y 30 años, linda, bien maquillada, que sepa caminar en tacones y que huela a primavera. Todas, quien más, quien menos, aceptan estos requerimientos al igual que Saúl aceptó llevar camisa y corbata, porque el estímulo laboral también les conquistó. Ellas, como Saúl, tenían mucho que demostrar desde su primer día, y ser un florero andante era algo que podían contemporizar para demostrar que realmente son unas profesionales por las que merece la pena apostar, incluso pudiendo acceder a altos cargos a largo plazo. Es como en el cine: se da por hecho que desnudarte en tus primeras películas es algo por lo que tienes que pasar si quieres convertirte en la nueva Meryl Streep.
Pero es que eso no suele suceder, incluso si el desempeño de la trabajadora es más que óptimo. Al igual que sucede en el cine, en un 80% de los casos, las jóvenes están ahí por la imagen interna y externa que la empresa desea proyectar. Y si tiene buen desempeño, mejor que mejor. ¿No quieres que te consideren un florero? Hay toda una legión de egresadas esperando, que están dispuestas a maquillarse más, a alisarse el pelo más y a calzar un centímetro más de tacón por demostrar que merecen ese puesto. Ahí fue donde Saúl se dio cuenta de que, efectivamente, tenía pocas compañeras de más de 30 años. También se dio cuenta (aunque esto fue una de las primeras observaciones de Saúl, pero no se le ocurrió relacionarlo con este asunto) de que todas eran muy atractivas y güeras (esto es otro tema para otro artículo). No importaba si eran grandes profesionales: proyectaban la imagen de una empresa idílica, bella y que olía a primavera en cada esquina.
Qué afortunado era Saúl, ¿verdad? Trabajando entre ninfas que llegaban a sus trabajos como recién salidas de un salón de belleza, para deleite suyo y de todos sus compañeros. ¿Cómo pudo renunciar a ese trabajo soñado? Cuando le pedí a Saúl que profundizara más, me contó cosas escalofriantes que luego os contaré.
¿Existe la conciliación laboral en México?
Obviamente, en la empresa de Saúl no todo eran mujeres que posponían la maternidad hasta alcanzar ese estatus necesario para poder permitírselo. Había algunas que eran madres felices en puestos medios. Eso sí, madres felices que no veían a sus bebés, como el caso de Daniela, una de las mejores amigas de Saúl, que le contó que vivía a dos horas y media del trabajo, y salía tan temprano y regresaba tan tarde que tenía que despertar a su bebé antes de salir y al regresar para que le viese la cara al menos un par de veces al día y «en el futuro me pueda reconocer». Era la madre de Daniela, una señora de cincuenta años, la que cuidaba de su bebé.
También estaba Violeta, que se sentaba junto a Saúl, y que tenía un niño de tres años, al que tampoco veía en todo el día, ya que su jefe le imponía tareas a última hora de la tarde y le obligaba a hacer horas extras con frecuencia. La madre de Violeta se encargaba de cuidar a su nieto todo el día.
Saúl me contó varias historias como estas, y todas llevaban a la compleja situación familiar que hay entorno a las empresas: madres veinteañeras que apenas ven a sus hijos, que son cuidados por señoras de cincuenta y tantos años y que ven cómo los días de cuidar niños vuelven a sus vidas.
¿Qué dice la ley de maternidad en México?
Las prestaciones de ley para todas las mujeres en México conceden a las madres un permiso o incapacidad por maternindad de 14 semanas (84 días). Hasta el 1 de julio de 2.016, las mujeres solo podían distribuir esos días en dos tandas: 6 semanas desde antes de la fecha de alumbramiento dictada por el ginecólogo, y otras 6 semanas después de esa fecha. Desde esa fecha, con la entrada en vigor de las nuevas reglas para gestionar la incapacidad por maternidad, las madres podrán transferir de 1 a 4 semanas de la primera tanda a la segunda. Es decir, podrán pasar 10 semanas como máximo con su bebé hasta que se reincorporen.
Pocas profesionales logran negociar tomar las 14 semanas de corrido desde que nace su bebé… solo las ejecutivas de puestos superiores. Seas como seas, si tienes un hijo en México, hazte a la idea de que en 10 o 14 semanas estarás de nuevo sentada en tu silla de oficina, con tus pezones supurando una leche que debería estar tomando tu bebé, y que la naturaleza lucha por conseguir incluso por encima de tu dolor. Y, por supuesto, no vas a verle más que los fines de semana.
¿Y lo de empalmar ese permiso con las vacaciones? Bueno, según me contó Saúl, en este tipo de empresas, lo normal es que durante el primer año no tengas ni un solo día libre, pasando a tener 6 días de vacaciones a partir del segundo año, y que cada año que transcurre sumes dos días más, sucesivamente. En definitiva, a Saúl no le extrañaba que las compañeras afirmaran que la conciliación laboral en México no existe: «o eres jefa, o tienes a alguien que te ayude a criar a tu bebé».
En un extremo, Saúl me contó que, en una ocasión, se celebraba una fiesta de empresa, y esa tarde dejaron salir a todas las compañeras dos horas antes para poder maquillarse. Saúl, que a esas alturas ya estaba concienciado con la injusticia que supone ser mujer trabajadora en México (y en muchos otros países), le preguntó a varias compañeras qué les parecía esa medida. A todas les pareció genial, alegando que «las mujeres tardan más que los hombres en alistarse», y así podían maquillarse, depilarse, etc, sin prisas. Saúl, tratando de intentar agitar alguna conciencia, les preguntó: «¿Y qué os parece que vuestro compañero, que hace el mismo trabajo que vosotras, gane casi el doble, mientras que el único privilegio que os dan es salir antes para poder maquillaros y lucir estupendas en las fotos de empresa?» Creo que me contó que no escucharon el final de su pregunta porque estaban entusiasmadas con salir dos horas antes para maquillarse.
Muñequita linda de oficina
¿De quién es la culpa de que sea tan difícil la conciliación laboral en México? Obviamente, no es de las mujeres, que están en su pleno derecho de realizarse profesional y maternalmente (aquella que lo desee, claro está). Además, ellas han aprendido que en México, un buen novio debe poder invitarte a todo, tener coche para llevarte a todas partes, al igual que una buena empresa tiene que dejarte salir dos horas antes para maquillarte. Tampoco es culpa de los hombres, que están cómodos en sus roles de jefes barrigones o atléticos, calvos o con melenita y no van a querer cambiar sus privilegios. ¿Es culpa de las empresas? Bueno, las empresas podrían hacer mucho para el bienestar de sus empleados, y no me refiero a poner billares, hamacas, máquinas de videojuegos u otros instrumentos esclavistas, sino a potenciar los derechos a nivel corporativo, ya que las prestaciones de ley son insuficientes.
Las empresas son, simplemente, un reflejo de los gobiernos. Y México ha heredado de su vecino del norte el triste mantra de que «si trabajas duro, llegarás lejos y serás un hombre hecho a ti mismo» (no especifican si las mujeres también se harían a sí mismas… y por cierto, ¿qué significa «hacerse a uno mismo»?). Para embarrar aún más el asunto, todavía se tiende a confundir «trabajar mucho» con «productividad», lo cual deja poco margen a la negociación de horarios (media jornada, por ejemplo) a aquellas mujeres (y hombres) que, incluso con una reducción de sueldo, quieran disfrutar más tiempo con su familia.
Ser madre y trabajadora en México es difícil. Las empresas te exprimen tus mejores años, llegando algunas a compensarlo con medidas obscenas, como aquella propuesta de Facebook de congelar los óvulos de sus trabajadoras para que cuando ya no sirvas a ninguna empresa, puedas dedicarte a «jugar a las mamás».
En los casos en que las mujeres no tienen la suerte de tener un cómodo trabajo de oficina, se da frecuentemente la desescolarización de muchos niños que se ven obligados a acompañar a sus padres y madres durante las largas jornadas de trabajos como vendedores ambulantes, puestos comerciales de mercado, cocinas, etc.
¿Está bien o mal desear ser madre joven, y sacrificar tu carrera profesional para poder criar a tu bebé? ¿Está bien o mal querer desarrollar una brillante carrera profesional incluso por encima de tu sueño de ser mamá? Nada está bien o mal, salvo el escaso apoyo de los gobiernos y las empresas a lograr una digna conciliación laboral en México, o las legislaciones que privan a la mujer de libertad de decidir sobre su cuerpo. Eso sí que está mal, porque todas estas leyes casi siempre están dictadas exclusivamente por hombres, que amparados por la impunidad, se sienten con derecho a tratar a su compañera de trabajo como la muñequita tontita y linda que está ahí para alegrarle la vista, hasta que sea reemplazada por otra más joven y linda. Esta impunidad falócrata, llevada al triste extremo cotidiano es la culpable de que hoy, Día Internacional de la Mujer, y como cada día, solo en el Estado de México, 8 mujeres serán asesinadas.